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El difícil papel de intelectuales y académicos

Posted by on 19/04/2019

Hay una sensación traducida en idea que continuamente está detrás de la producción científica en nuestro país: ¿vale realmente lo que cuesta al erario público? La investigación financiada por fondos privados no supone controversia, la que se paga con el dinero de todos, si, al menos a veces. Algunas de las investigaciones científicas de las que se consideran ciencias puras o naturales no admiten duda ninguna, al menos no sería algo socialmente aceptado: la investigación para encontrar una cura contra el cáncer, o contra cualquier otra enfermedad, la investigación para alargar la vida con buena calidad, para ayudar a la reproducción, para mejorar semillas o para diseñar nuevos medicamentos que ayuden contra cualquier dolencia o trastorno psicológico… Sin embargo, no es la misma percepción social la que existe respecto a la producción científica por parte de las humanidades, las ciencias sociales o el arte. Las cuestiones que tienen que ver con estas ciencias son discutidas por cualquier tertuliano porque muchos creen poseer la respuesta o poder opinar. La razón principal creo que es precisamente su propia naturaleza, la sociedad se siente con capacidad y derecho para opinar. No es mi objetivo aquí no defender la producción de las ciencias sociales por parte de académicos e intelectuales de diversa índole, sino avanzar una idea que podría tenerse en cuenta, o no. Se trata de la idea de transformación social. Las ciencias sociales y humanas pretenden, como objetivo común y continuo, mejorar la vida de las personas, de la sociedad en su conjunto. Ello resulta complejo si la transformación buscada afecta a la misma entidad que financia las nuevas ideas, la investigación. Y a pesar de ello, la ciencia social y las humanidades avanzan, son disruptivas, proponen mejoras, cambios, transformaciones, innovaciones y, en definitiva, nos ayudan a seguir, crecer y ser mejores como personas y como sociedad. Los cambios pequeños suman mucho más que las grandes utopías nunca realizadas ni realizables. Por todo ello, sólo se puede agradecer el trabajo que todas las personas buenas, honestas y responsables hacen cada día por dar pequeños pasos para ser más felices como individuos y como sociedad. Esa es la transferencia a la sociedad, la devolución de todo lo invertido en favor de un mundo mejor. Más nos valdría tomarlo en serio. Y no es poco.

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